El tema de la lactancia materna cada vez es más controvertido. Hay una gran presión social que te hace parecer “mala malísima” si decides no dar el pecho a tu hijo y eso hace que, en muchos casos, si no puedes, el sentimiento de culpa y frustración sea demasiado grande. Y esto tampoco es justo.
Con este post yo sólo quiero mostrar mi experiencia y contar un poco cómo me fue a mí, porque al principio me resultó durísimo. Pero quisiera que quedara claro que respeto todas y cada una de las decisiones. Cada una es libre de elegir lo que considere más adecuado para ella y para su bebé, y nadie merece ser juzgado por ello. Como ya he dicho en otros posts, es fundamental que la madre esté bien física y psíquicamente, y si dar el pecho supone llegar casi a la depresión, mejor no hacerlo. Digan lo que digan.
En mi caso, tenía claro que quería intentarlo. Siempre he sido de la opinión de que un hijo es un sacrificio y su nacimiento supone un gran cambio en tu vida en el que él se convierte en lo más importante. Por ello, mi idea era -y es- darle siempre lo mejor (o lo que yo considero lo mejor) en la medida de mis posibilidades.
Cientos de estudios, profesionales, corrientes, instituciones, hablan de lo beneficioso que es amamantar a tu bebé, por lo que no me planteé no hacerlo. Sí es cierto que estaba muy concienciada de que si no podía no pasaba nada. No quería agobiarme ni deprimirme si esto no era posible.
Desde el primer momento el niño se agarró bien pero tuve que ayudarme de pezoneras porque el peque no tenía fuerza suficiente. Pero sin mayor problema. Así salimos de hospital y llegamos a casa. Durante mi ingreso me dijeron que tenía que poner al niño 20 minutos, 30 a lo sumo, en cada pecho. Sin embargo, yo había leído que “a demanda” es a demanda, por lo que era muy importante dejar al niño hasta que el decidiera soltarse, porque el mayor alimento está siempre al final, y después ponerle al otro pecho.
Así que al llegar a casa esto es lo que hice. Hasta dos horas llegué a estar en algunas tomas. Mi hermana me decía que no podía ser tanto tiempo, que me estaba usando de chupete, pero yo estaba convencida de que el niño comía. Y lo llevé bastante bien. Estaba muy cansada, pero el chute de hormonas que tienes al llegar del hospital, y la ilusión, me hicieron llevarlo bastante bien.
A la semana llevamos al peque al pediatra y había cogido ¡¡50 gramos!! Imaginaos mi cara. Uf, se me cayó el mundo encima. Tomas eternas, la sensación de que el niño comía y luego ver que había cogido nada más que 50 gramos... No sabía qué hacer.
La pediatra se inclinó a ayudarle con leche de fórmula, hasta que, por casualidad, le comenté lo que hacía, es decir, tenerle al pecho “sine die”. Y me dijo que ni hablar. Que media hora por pecho… como mucho. Así que las instrucciones durante una semana fueron: dar el pecho ese tiempo, sacarme lo que quedara de leche con sacaleches y luego dársela en biberón. Es semana para mí fue HORRIBLE.
Se convirtió en, prácticamente, empalmar una toma con otra. No tenía tiempo para nada, ni casi para dormir. Tal era el estado de cansancio que una vez dando un paseo con mi marido, nos sentamos en un banco y en cuanto paramos de hablar, un segundo, me quedé dormida. Lo pasé realmente mal. El agotamiento podía conmigo, con mi estado de ánimo, con mis ganas… con todo. Y a esto se unía que no disfrutaba nada del peque. En cuanto le daba de comer se lo pasaba corriendo a mi marido para que le cambiara o estuviera con él porque yo no tenía fuerzas para nada. Imaginaos el sentimiento de culpa que me invadía.
Pero el esfuerzo mereció la pena, porque a la semana siguiente el peque cogió casi un kilo, ya dejamos el sacaleches y manteniendo la fórmula 30-30 cada semana iba cogiendo peso a muy buen ritmo. Hasta hoy, que la verdad es que come de maravilla. En broma decimos que esa primera semana el pobre pasó tanta hambre que ahora no deja que se le escape ni un trozo de comida, jeje.
Contando mi experiencia lo único que quiero transmitir es que esto de la lactancia es duro, es cansado (incluso aunque te vaya todo de maravilla, cansa) pero si tienes interés, poco a poco la cosa mejora. Para mí el peor caballo de batalla fueron las grietas, pero eso lo contaré otro día.
Lo que sí reconozco es que, sin querer, al conseguir que mi hijo se haya alimentado exclusivamente con leche materna durante seis meses, es una satisfacción muy grande. Es difícil de explicar, pero sientes cierto orgullo y cuando va todo bien, cesan los dolores y te acostumbras, se disfruta más.
Porque a lo de dar de mamar cada tres horas, salir sabiendo que tienes que dar el pecho en casi cualquier lugar, ingeniártelas para amamantar intentando que no se te vea nada (o casi)… a eso también hay que acostumbrarse, y cuesta. Yo, por las grietas, me pasé prácticamente tres meses sin poder hacer una vida “relativamente” normal. Me dolía tanto que sólo le podía dar el pecho en casa, así que estaba de los parques de mi zona… Mejor no os digo hasta donde, jeje. Gracias a los amigos que hacían el esfuerzo de venir a verme a menudo. A ellos irá dedicado otro post, porque su papel es muy importante en todo esto.
La primera vez que Éric comió fuera de casa. La cerveza es sin alcohol ¿eh?
Y para no alargarme aún más, os doy mis consejos, por si os sirven:
- si la cosa no va bien la primera semana, cuéntale con detalle lo que haces a tu pediatra. Si yo, casi al irme y por casualidad, no le hubiera dicho todo el tiempo que le tenía al pecho, igual le habría dado leche de fórmula y se acabó la lactancia.
- Cada niño es un mundo. Aquí yo he contado cómo me fue a mí, pero no se puede generalizar. Hay niños a los que le va mejor estar más tiempo al pecho, otros que desde pequeños maman en diez minutos, madres que no tienen problemas nunca y otras que tienen que abandonar porque los dolores pueden con ellas. Tú lee, escucha, comparte y, a partir de ahí, haz lo que consideres más adecuado para ti y para tu hijo. Que la leche de fórmula hoy día está más que conseguida.
- Acude a los grupos de apoyo de la matrona de tu centro de salud. Una amiga me lo dijo, pero yo me encontraba tan cansada y hasta agobiada, que no me apetecía nada ir. Luego, cuando ya fue todo mejor empecé a acudir y me arrepiento mucho de no haberlo hecho desde el principio. Te ayuda un montón.
- Si realmente quieres dar el pecho y al principio cuesta, date un poco de tiempo. La inexperiencia, la falta de información y el cansancio nos incitan a tirar la toalla. Pero con un poco de paciencia todo se consigue.
- Si ese intentarlo te empieza a afectar psicológicamente, no te sientas mal por renunciar y darle leche de fórmula. Disfrutar con tu hijo y que él te sienta bien es muy importante. Lo más importante.
- Nunca digas “yo no haré esto” cuando veas lo que hacen otras madres. Yo siempre dije que si no podía dar el pecho no pasaba nada y, al final, me vi dándolo con unas grietas horribles durante tres meses. También dije que “6 meses y no más, ni hablar” y el niño tiene siete y medio y ahí sigo. Ya muy poco, sólo la mañana y la noche, pero ahí sigo. Si es que… no se puede ser tan tajante con algo que no se conoce.
Y hasta aquí este larguísimo post. Espero que os sirva y ojalá, las que hayás pasado por ello, me contéis vuestra experiencia.
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