domingo, 7 de mayo de 2017

¡¡Feliz día de la madre mamá!!

El año pasado me quedé con ganas de escribir un post un día tan bonito como hoy. Era mi primer día de la madre y, por supuesto, era muy especial para mí, pero lo que más pensaba ese día es que realmente era mi primer día como hija.

No se me olvidará que mi madre siempre ha dicho que ella se peleaba (en el buen sentido) mucho con mi abuela pero que el día que tuvo a su primera hija se dijo a sí misma “No voy a enfadarme nunca más con mi madre”. Y siempre lo cuenta con lágrimas en los ojos. En ese momento se dio cuenta de cuánto una madre quiere a un hijo y que, desde ese preciso instante, todo lo que hiciera, más o menos acertado, sería por el bien de sus hijos. Como hacía mi abuela con ella. 

Así de pepona era yo de pequeña. 

Y, aunque esto es cierto y es algo que yo nunca he dudado de ella, he de reconocer que una vez que yo he sido madre me he dado cuenta de lo importante que es la mía para mí. Desde el mismo momento de quedarme embarazada mi madre ha sido mi principal apoyo en todos los sentidos. Nadie se ha preocupado más que ella por mí.

Cuando viene un niño en camino, como es lógico, todas las atenciones se centran en la madre pero como medio, como “continente”, porque lo realmente importante es el bebé. Sin embargo, para mi madre, ni yo ni mis hermanas hemos dejado de ser lo más importante para ella, independientemente de todo lo demás. Durante estos más de dos años (entre embarazo y los 18 meses de Éric) mi madre ha demostrado una capacidad de trabajo y sacrificio que, aunque siempre he conocido, me ha hecho admirarla aún más.

Ésta no es nuestra mejor foto, jeje, pero fue el momento en el que le dijimos a mis hermanas que Éric venía de camino. Como mi madre ya lo sabía me preparó gachas, un plato manchego que apenas como y me gusta mucho. Aquí empezaron las atenciones especiales... y hasta hoy.

Es muy difícil de explicar pero es emocionante pensar cuánto te quiere una persona. Es tu madre, es obvio, pero la mía es muy especial. Después de 5 nietos, quiere a Éric como si fuera el primero y la mitad de la semana ella y mi padre se encargan de su cuidado por las mañanas.

Pese a su cansancio y su edad (que no perdona) su única preocupación es hacerme la vida más fácil. Llego a casa y me encuentro todo recogido, la mopa pasada, la ropa planchada, la comida hecha… ¡¡Increíble!! Tiene una energía que ya la quisiera yo.

¿Y le apetece? Pues lo dudo mucho. Pero su respuesta siempre que la regaño es “hija, así no lo tienes que hacer tú que estás cansada”. Y seguro que ella está mil veces más cansada que yo.

Así me encuentro con que gracias a ella mi hijo tiene la ropa perfecta, los purés caseros todos los días y las cenas también están aseguradas. Yo me enfado, le digo que no haga más, que es mi responsabilidad, pero ella responde “si así te puedes sentar un rato, estupendo. ¿Qué hago yo sentada toda la mañana?” Y me río e intento no discutir pero mi madre nunca se sienta. Porque esto que cuento que hace conmigo, lo hace con los otros 4. Cinco nietos que adoran sus croquetas, su sopa y todo lo que ella hace. Porque, si es de la yaya, está bueno. Como dice mi sobrina “esta yaya… es mucha yaya”.


Y como éstas, infinidad de cosas más. Como ir al parque a tirarse por la arena con el niño aunque sus rodillas apenas le dejen levantarse. Como aprovechar e ir a ver al otro nieto, aunque lo que le apetezca es estar sentada, pero así juegan juntos los dos. Como organizar múltiples comidas familiares para estar todos juntos…

Y sé que en estos últimos años soy muy pesada con lo maravillosa que es mi madre, pero no lo puedo evitar. Para cada uno de nosotros, nuestra madre es la mejor. Pero si soy tan pesada es porque es ahora, cuando más la estoy necesitando, cuando he aprendido a valorarla de manera extraordinaria. Y porque ahora que soy madre, y noto en mi propia piel el cansancio que esto supone, es cuando más puedo reconocer su esfuerzo de “trimadre” y "quintiabuela".

Porque me parece un modelo a seguir. Porque yo quiero ser como ella. Una mujer que ha sacado tres hijas adelante, con un marido que trabajaba de sol a sol y sin familia en Madrid. Porque a trabajadora no la gana nadie. Porque ella siempre está en el último lugar. Sus hijas, sus yernos, sus nietos y su marido son lo primero. Luego, ella. Porque nunca la oigo quejarse. Porque no quiere atenciones (aunque sí las quiere, como todos). Porque nunca pide. Porque su corazón en inmenso.


¿Perfecta? Pues no lo será. Pero tiene tantas virtudes que los defectos no los veo.

Porque desde que soy madre, realmente soy consciente de que soy su hija. Y hoy, aunque ni ella ni nadie cercano leerá este post, me apetece dedicarle estas líneas y hacerle mi particular homenaje.  Es la única manera en que sé hacerlo.


¡¡Feliz día de la Madre!!

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