Cuánto han cambiado las bodas en los últimos años. Una amiga dice que por qué complicarse la vida, que con una buena cena y un buen baile tienes la boda perfecta. Y, por el contrario, encontramos novios obsesionados con la originalidad, con ser únicos, con hacer lo que nadie hace…
Yo creo que hoy día se han creado tantas cosas alrededor de una boda que, aunque no quieras, se te ocurren mil cosas más que comida y baile. Una decoración diferente, una sorpresa especial, un regalo emotivo… Pero sí es cierto que tampoco hay que agobiarse ni forzar las cosas porque si no, eso se nota y es mucho peor.
Desde mi punto de vista, lo fundamental de una boda es hacerla tuya. Las bodas, básicamente, son todas iguales: una ceremonia (civil o religiosa, da igual), cóctel, cena y baile. No hay más. Asegúrate esto y tendrás el 70 por ciento de la boda hecho.
Pero hay parejas que tienen unos rasgos característicos, una personalidad muy marcada o unos gustos muy, muy definidos. Si eres de ésos, habrá algo que te defina y puedes centrar la boda en eso. Si sois viajeros, cinéfilos empedernidos o fans de Camela, puede quedar muy bien una boda donde haya guiños a vuestros hobbies y le den a todo una cierta continuidad.
Pero si sois como la noche o el día o tal vez amantes de todo pero fans de nada, no te agobies, no pasa nada. No hace falta que haya un color predominante en la boda ni que las invitaciones vayan a juego con el sitting, los meseros y la mesa de chuches.
Como digo, la boda TIENE QUE SER VUESTRA, reflejo de vuestra personalidad, y si lo que os define es un poco de todo, pues bienvenido sea. Sólo faltaba que, con todas las cosas que hay que preparar, te agobies por “imponer un estilo” que ni te define ni te representa.
Disfruta preparando tu boda, deja que las ideas surjan, no te impongas reglas.
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