Hoy vengo con uno de mis lugares
favoritos para desconectar del mundo. Se trata del Barranco de la Hoz y está en
Molina de Aragón.
Descubrí este oasis de paz por
casualidad. Había pasado muchas veces por este pueblo, incluso había subido a
su castillo. (Bueno, lo que queda de él). Pero en una de nuestras rutas, una
chica de una oficina de turismo nos comentó que en este pueblo se escondía un
rincón que a ella le encantaba, así que la hicimos caso y allí que fuimos.
Tienes que entrar en el pueblo
para empezar a ver los carteles. Éstos te indican un camino y poco a poco te
vas adentrando en un sendero bordeado por árboles que te dejan intuir el
barranco al fondo. De repente, tras unos minutos conduciendo y como si de una
película se tratara, esos árboles que adornan la carretera se abren y te dejan
ver el barrano en toda su plenitud.
La impresión, la primera vez que
lo ves, y sin saber muy bien qué te vas a encontrar, es espectacular. Nunca se
me olvidará.
En cuestión de minutos, pasas de
un pueblo y un paisaje llano, seco y amarillento, a una zona donde el silencio
se rompe con el discurso del río, llena de vegetación y donde el verde de los
árboles y el marrón arcilloso de la montaña te dejan sin palabras.
Allí mismo hay una hospedería y
un restaurante y está el Monasterio de la Virgen de la Hoz. Mi consejo, sin duda, es llevar comida y
subir las escaleras que te llevan arriba del todo. Es una media hora. Cansa un
poco si no sueles hacer ejercicio, pero es llevadero. Además, hay varios
miradores que te van a permitir recuperar aliento.
Una vez arriba, busca un sitio
cómodo, con algo de sombra, y disfruta de esa comida con unas vistas que te
cortarán la respiración.
Nosotros volvimos hace unos fines
de semana, ya embarazada de cinco meses (ahí la subida sí que se nota, jeje. Y menos mal que mi madre no lee esto que si no... se enfada) y
fue un momento mágico.